Las Pulperías
 

Estos sitios, muy comunes en nuestro país, constituían centros sociales y se reconocieron dos tipos; fijas y estables.
En 1831, bajo la administración de Juan Manuel de Rosas, quedan prohibidas especialmente las "volantes" en Santa Fe. Estas pulperías recorrían bastas regiones comercializando productos ganaderos, plumas de aves silvestres y algunas cosas más de escasa importancia.
Cumplían el servicio de carros o carretas, deteniéndose en las poblaciones y organizando reuniones de juego o expendio de bebidas. Se las conceptuaba como tráfico de cueros de animales robados pero, a la vez, servían de diversión a gauchos trashumantes o conchabados. Pero esta medida no fue correctora de los males que se decía, afectaban a los vecinos.
En las pulperías establecidas, los "vicios" no se diferenciaban en demasía. Era punto de reunión como lo fueron los almacenes de campaña, una atracción que convocaba gente para el esparcimiento en compañía.
Este lugar de expansión al rudo espíritu de los hombres pampeanos, permaneció funcionando con el aporte anula de 200 pesos impuestos por el fisco, además de las multas creadas por los dueños en el caso de que en el local se "hiriese o matase a alguien...".
Siempre fueron el club de los pobres, centros donde el desheredado podía alegrar sus horas, echando un trago, conversando con sus iguales o jugando una partida de naipes o de dados.
Como para abrir una pulpería sólo se requería contar con un barril de vino, algo de yerba, unos frascos de aguardiente y algunos paquetes de velas, eran "muchos" los que estaban en condiciones de emprender este negocio, lucrativo y de corta inversión.
En 1799, el número en Buenos Aires ascendía a 274, otras 121 estaban desparramadas en la campaña y 47 en Montevideo que dependían de las cajas de Buenos Aires.